cotidianidades

Locuras, miniaturas, envolturas, souvenirs y desastres varios.

10 marzo 2014

Robo

Son tus manos. Y tus ojos. Y tu boca. Y los oyuelos que se dibujan en tus mejillas cuando sonríes. Y tu nuca. La cicatriz en tu hombro. El viento fresco que me despeja tras tus pasos, como después de la lluvia; el huracán que devasta mi corazón. Cuando te veo. Y cuando no. Son tus dedos, meciendo las estrellas con cada movimiento, alterando el orden lógico de mi pequeño planeta, enredados en mi pelo una noche de febrero. Es tu aliento, dulce y metástico, invadiendo el cosmos y tu habitación. Son las tostadas francesas y dos cafés un domingo por la mañana. Es tu piel, indescifrable como el mapa de un laberinto sin salida. Así es tu piel. Y tus rodillas. Y el remolino de tu pelo. La perfecta arquitectura de tu espalda. Los sueños que no me cuentas. Y todo lo que escondes. Y todo lo que anhelo. Y no hace falta más.

10 febrero 2014

Deseo / Peligro (13 sept 2013)

La perfección lleva tu nombre. Y tiene tu sonrisa y tus ojos infinitos. Ojos de deseo. De precipicio y peligro. Un mar azul al que saltar mientras mantengo la mirada fija en lo más profundo, el fondo de tus pupilas centelleantes, el miedo electrificandome aunque ya es demasiado tarde, porque estoy suspendida en el aire, haciendo piruetas sobre mi misma, cayendo en picado irremediablemente. Y al final de todas las cosas, tu.

Qué ha pasado. Cuándo. Esta no es mi vida. Me has transportado a un nuevo mundo y estamos detrás del espejo. Has aparecido de repente, desordenándolo todo, y te irás en unos días sin dejar rastro. Sólo un montón de escombros y esta sensación de irrealidad. Porque tu no existes ni en mis mejores sueños, y sin saber cómo, ahora eres real. Lo sé porque cuando me sonríes puedo sentir el universo en la punta de mis dedos. Y porque cuando me miras dotas de significado al mundo. Me paralizas. Por qué me mirarás así, de frente, sin un atisbo de disimulo. Por qué cuando lo haces siento la calma más intensa y el miedo más atroz. Soy incapaz de determinar cómo has logrado esto. Sólo sé que ahora siempre pienso en ti.

Es todo tan absurdo e innegable que los límites hasta ahora conocidos resultan insuficientes. Has trastocado mis esquemas, sobrepasado mis expectativas. Has convertido lo sublime en corriente, y ahora qué.

Mientras al otro lado la tierra gira como siempre. Nadie sabe nada de tu superpoder. Me pregunto si tu mismo lo sabrás, porque ni los tópicos más universales tienen valor alguno contigo. Cuando quiera explicarte no me creerán, y temo que con el tiempo tu recuerdo me resulte inverosímil. Pero sólo hace falta un momento, un segundo entre tus brazos, mi pecho contra el tuyo y la realidad derrumbándose, para constatar que durante una fracción de espacio y tiempo jugamos con el deseo y jugamos con el peligro. Y que exististe en mi vida. Qué suerte la mía.

03 junio 2013

Follar provoca cariño

Y a partir de ahora Strange form of Life ya no sonará a Strange form of Life si no a tu respiración en mi cuello, a tus manos palpitantes; mi corazón derramándose. Ya tiene banda sonora ese espejismo al que parecíamos no llegar. Y tras mucho caminar me tienes contra la pared, temblando como una pluma por tanto tiempo perdido. Tus dedos en mi boca y toda esa ropa absurda, ¿de dónde habrá salido?. Se te nota la experiencia y no sólo en el pantalón. Es por como me coges y me volteas. Es por como me miras, por el brillo de tus ojos. Es por como vibras y se contagia. Te contagias, como el amor en primavera, o como los virus letales. Y nos sobran tantas ganas y nos falta tanta fe. “And a hard way to come into a cabin, into the weather. Into a path, walking together. A hard one.” Y nos sobra tanta ropa y nos falta tanta piel. Y a partir de aquí todo es confuso, como en las fotos de D'Agata. Eres mejor que en mis fantasías, dices. Y me río con todo el cuerpo, que es mío pero ahora, porque estás dentro, es también un poco tuyo. Y creo que tu también, pero no digo nada, porque tu belleza es insultante y cualquier palabra sería una imprudencia. Y busco tus cicatrices donde sólo encuentro tatuajes. Y me resbalo entre tus manos que me suben al cielo y me encumbran para luego bajar por pendientes imposibles. Y nos enredamos como cometas hasta gritar fuerte, tan fuerte que rebotan las paredes. Y morimos juntos en mi cama, empapados en sudor, respirando rápido y luego suave y luego lento hasta caer dormidos. 




(No recordaba que) follar provoca cariño.

21 mayo 2013

Las ilusiones

-Buenos días.
-Hola.
-Lo siento, ¿es muy tarde?
-No, no te preocupes.
-¿Hace mucho que te has levantado?
-No. El tiempo justo de ir a por un periódico.
-Bien. (...) Me visto y me voy. (...) ¿Te importa que use la ducha?
-Estaba pensando que podríamos ir a desayunar algo. Aún tengo un par de horas antes de la entrevista (...) Si tu quieres.
-Me encantaría. Me ducho rápido y vamos.
(...)
-Bien. Ya estoy.
-Genial, vamos.
-¿Conoces algún sitio cerca de aquí?
-No, suelo desayunar en el hotel. Podemos dar una vuelta a ver qué encontramos.
-Claro. ¿Qué te apetece desayunar?
-Zumo de naranja natural, un café bien cargado y un mini de jamón ibérico. ¿Y a ti?
-Café con leche en vaso y tostadas francesas. También me sirven con mantequilla y mermelada. Y me apunto al zumo de naranja.
-¿Qué te parece aquí?
-Me gusta. Entremos.
-Por favor, dos zumos de naranja naturales, un café doble, un café con leche en vaso, un mini de jamón ibérico y unas tostadas francesas. ¿Me dejo algo?
-No.
-Gracias.
-¿Me dejarás probar tu mini?
-Claro. Si tu me dejas probar tus tostadas.
-Claro.
-(...)
-Oye... ¿puedo hacerte una pregunta?
-Claro.
-¿Tienes novia en Madrid?
-No, no la tengo.
-¿Te habrías acostado conmigo de haberla tenido?
-Probablemente no.
-Ajá...
-(...) Y tu, ¿tienes novio en Barcelona?
-Dejé una relación larga hace un par de meses, así que no, ahora no tengo novio.
-¿Como cuánto de larga?
-Más de cuatro años.
-Eso es mucho tiempo.
-Sí, lo es.
-¿Amantes?
-Sí, tengo un amante.
-Háblame de él.
-¿Qué quieres saber?
-No sé... Cómo os conocisteis, cómo es él, en qué lugar se enamoró de ti...
-Bueno, nos conocimos en medio de un apocalipsis emocional e intentamos rescatarnos mutuamente. No salió demasiado bien, así que ahora nos limitamos a disfrutar del tiempo que compartimos juntos.
-¿Le quieres?
-No lo sé. Supongo que a mi manera.
-¿Y por qué estás con él?
-Es guapo e interesante. No tanto como tú, pero cumple los estándares. Y a mi siempre me han gustado los chicos guapos. Qué le voy ha hacer.
-Gracias por el cumplido.
-De nada. Es la verdad.
-¿Vas a contarle ésto?
-No lo sé. Depende.
-¿De qué depende?
-De si vamos a volver a vernos.
-No lo sé. Depende.
-Jajajaja... ¿y de qué depende?
-De si quieres que volvamos a vernos.
-Sí. Quiero.
-Bien.
-¿Y tu?
-Sí.
-Bien.
-¿Cuándo?
-Pon tu la fecha.
-Esto va a sonar petulante, pero tengo que mirar mi agenda. Tengo algunos viajes programados próximamente.
-Habría sido peor que dijeras que debía hablarlo con tu secretaria.
-No tengo secretaria.
-Mejor, porque nunca habría hablado con ella para quedar contigo.
-(...)
-(...)
-En realidad me gustaría invitarte a Madrid, a pasar unos días.
-¿Crees que es buena idea? ¿¡Sin mirar tu agenda?!
-Jajajaja...
-No, en serio, piénsalo bien. Sólo hemos pasado una noche juntos. Ha sido genial, no me malinterpretes, pero por favor, no hagas promesas que no vayas a cumplir. No hace falta. Y no lo soporto.
-Quiero que vengas a Madrid a pasar unos días conmigo. Quiero enseñarte un par de sitios que creo que te van a gustar. Saldremos a cenar. Te llevaré a mi cine favorito de la ciudad. Podemos pasear por La Latina y emborracharnos en Malasaña. Te presentaré a mi amigo Daniel, y a mi amigo Jorge, que tiene un grupo. Iremos a La Buena Vida y podrás elegir el libro que más te guste, invito yo. Seguro que hay algún concierto interesante, miraré la programación de salas...
-(...)
-No vendrás a Madrid, ¿verdad?
-Si fuera yo quién te hubiese hecho una propuesta similar probablemente ya estarías en la otra punta de la ciudad, huyendo de mi como de un enjambre de abejas asesinas.
-Probablemente.
-¿Por qué crees que iba a venir a Madrid? A penas te conozco.
 -Porque fuiste tú quién se acercó y me dijo: ¿quieres cenar conmigo? Y yo te dije que sí, y ahora me debes una.
-Cuando te lo pregunté jamás pensé que me dirías que sí. Me moría de ganas, claro, pero me parecía tan improbable y lejano que apenas era una posibilidad.
-Pero te dije que sí.
-Sí. Y ahora quieres que vaya a Madrid.
-Sí.
-Y después, ¿qué?
-Bueno, después ya veremos.
-Ahora soy yo quien se precipita y tu quién se asusta. Tienes miedo.
-No es miedo, es prudencia.
-Llámalo como quieras.
-Lo llamo prudencia.
-Claro. (...) Deberíamos pagar. Se te está haciendo tarde.
-Tienes razón. Invito yo.
-No hace falta.
-Insisto.
-De acuerdo.
-De acuerdo, ¿qué?
-Vendré a Madrid. Unos días. Pocos. A ver qué pasa.
-¿De verdad?
-Sí.
-Me muero de ganas.
-Jamás pensé que te oiría decir algo parecido. Bueno, en mi imaginación sí, pero me refiero así, cara a cara.
-Ya ves. Yo tampoco pensé que diría algo parecido en mucho, mucho, muchísimo tiempo. Pero tal vez tengas razón.
-¿En qué?
-En que la vida está para vivirla. En que estamos hechos el uno para el otro.
-Iba borracha cuando lo dije.
-Pero no cuando lo pensaste. Reconócelo.
-Lo reconozco.
-Bien.
-Me gustas. Vamos a llevarnos bien.
-No me cabe duda. Y tu también me gustas.
-Mira. Ya están ahí, esperándote.
-Sí. Llego tarde.
-Que vaya bien la entrevista.
-Gracias. Te llamo en los próximos días. Miro mi agenda y te llamo en los próximos días.
-Claro. Esperaré tu llamada.
-Genial. Tengo ganas de enseñarte Madrid.
-Bien.
-Bien.
-Bien.
-Me tengo que ir.
-Claro.
-Nos vemos pronto.
-Claro.
-Hasta pronto.
-Adiós.

14 mayo 2013

Todas las canciones hablan de mi

Hace ya algún tiempo leí un poema de Jorge Luis Borges* en el que hablaba de las cosas que hacemos por última vez sin ser conscientes de que va a ser la última vez que las hagamos. Esa idea me inquietó durante un tiempo, intentando dilucidar si ya estaba en ese momento de la vida en el que hay que estar más atentos a las despedidas que a los encuentros, por si son las últimas, por si no se vuelven a repetir. Así, recuerdo la última noche que dormí con mi ex, o el último beso que le di a L. Nadie dijo que recordar esas cosas fuese bonito, o que estuviera exento de dolor. Más bien todo lo contrario.

Poco tiempo después le di la vuelta al asunto y empezó a sorprenderme el echo de no recordar en qué momento aparecieron ciertas personas en mi vida que a día de hoy considero imprescindibles. ¿Cuándo fue la primera vez que nos vimos, que nos gustamos, que empezamos a quedar? ¿Cómo fue aquel primer encuentro? ¿Fue una conexión instantánea, fue mutua? No alcanzo a entender cómo he podido olvidarlo.

Sin embargo, muy de vez en cuando, una se topa con ciertas personas que tienen la osadía de no pasar inadvertidas, de destacar por encima del resto iluminándolo todo a su paso, como una luciérnaga gigante o una bengala salvavidas. Aunque no quieran; aunque ni lo sepan. Y cuando ves por primera vez a una de estas personas, lo recuerdas para siempre. Claro.

 Por aquel entonces yo andaba preocupadísima por el echo de que no existiese otro hombre tan interesante como mi ex en la faz de la tierra. La mayoría de chicos que conocía me aburrían soberanamente, me resultaban insustanciales, vacuos, prescindibles. Como decía Dante en Martín (Hache): hay que follarse a las mentes. Y eso, mi ex, lo hacía como nadie.

Y así, en medio de aquel apocalipsis emocional, una noche de abril muy pero que muy hostil, una canción de Nacho Vegas (de nuevo, de pseudo-nuevo, de nuevo-nuevo) hizo que mi despiadado y frenético zappeo televisivo frenara en seco ante aquellos acordes tan acogedores, reconocibles, familiares. Era La 2, Versión Española, "Todas las canciones hablan de mi". Pues vale.

Mientras veía la película mis sentimientos fueron acometiendo estadios: del rechazo a la atracción, de la incredulidad al optimismo, del fastidio al deleite. Así, llegó a su fin mientras en mi paladar se instalaba un regusto amargo, desesperanzado. No iba a encontrar a nadie como él. Nunca podría olvidarle. Toda mi vida condenada a darme cabezazos contra una pared.

Y

 entonces

 apareció él

 iluminándolo

todo

JONÁS

Reconozco que fue la primera vez que supe de su existencia. Al principio ni atendí a lo que decía. En mi cabeza seguía dándole vueltas a aquel final, a ese NO en mayúsculas que creía intuir. Después reparé en sus gestos. Ese fue el detonante: sus gestos. Sus manos moviéndose lento y luego rápido, enredándose en el aire como una cometa. Y sus manos me llevaron a sus palabras. Y en ellas me quedé, meciéndome como en un hamaca, como si estuviese en una playa o bajo la intemperie cósmica. Y no podía para de escucharle, al otro lado de la pantalla, en otro tiempo y a distancia. Y de repente caí: mi mente era un fraude. Su peli era un fraude. Porque siempre hay alguien más. Mi ex o cualquier otro. Mejor Jonás que cualquier otro, pero alguien como él en los parques. Cambiaría mi vida en un instante.

Y desde entonces algo verde y vivo ha enraizado en mi pecho. Puede que sea esperanza, o primavera, o puede que sea amor. Amor a la vida. A mi vida. Amor, amor, amor.
Y qué más da si al fin y al cabo sé que Jonás existe y con eso ya es bastante.

*Por si a alguien le interesa buscarlo, su título es "Límites".

16 abril 2013

Me lo merezco

En el fondo de tus ojos nos busqué
remando juntos a contracorriente
como siempre
y sólo ​me vi a mi 
chapoteando entre el oleaje
haciendo esfuerzos por no tragar
por no convertirme en algas
en este mar de incertidumbre
en el que me has dejado sola

sola 
sola 
sola

25 marzo 2013

Jul

Aunque las palabras se deslicen 
por sus labios
y lleguen a mis oídos en forma
de arpegios y lentejuelas
nunca sabré
en qué piensa Jul.
Porque de igual forma que yo
una y otra vez
descarto teorías
y trazo los mismos planes (idénticas estrategias),
él naufraga
una y otra vez
en el mismo charco, con la misma alma,
y nunca sabré
en qué piensa Jul.
A veces aún sueño con acercar
mi cabeza a su pecho dormido
por si entre sístole y diástole
me ha escondido e ingrávidos 
sus dedos
me buscan. Y yo no estoy.
Y ahora sé que ni aún así sabré
en qué piensa Jul.

13 marzo 2013

Querida Lau,

Lo cierto es que hace unos diez días que me separé de C.
Yo llevaba una época bastante mala, con una especie de crisis de edad en la que sentía añoranza por ciertas cosas de mi pasado (entre ellas, tú, Lau), viendo el futuro muy negro y preguntándome qué iba a ser de mi vida. Tenía todo lo que se supone debe hacerte feliz (trabajo, pareja, amigos) y sin embargo, no lo era.

Con C., después de dos años viviendo juntos y cuatro de relación, las cosas ya no eran como antes. La rutina se había instalado y nos costaba mucho salir. Las pequeñas cosas que antes sencillamente me molestaban empezaban a enervarme y me daba cuenta de que él esperaba más de mi y yo no podía dárselo. De vez en cuando nos faltábamos al respeto, discutíamos (tampoco te creas que mucho) y no nos poníamos de acuerdo en muchas cosas. Pequeñas cosas sin importancia que empezaban a sumar. La relación se estaba agotando, cada vez teníamos menos fuerzas para seguir luchando y los dos nos dábamos cuenta y nos agotábamos sólo de pensar.

Descubrí asombrada que llevaba unos cuatro años sin apenas escribir. C. me había traído la calma y la estabilidad, pero también me había adormecido la emoción. No había dramas, pero tampoco había euforia. Y yo siempre había sido así, extrema, para lo bueno y para lo malo (amar a lo bestia; morir de amor). Yo ya no era yo. Era una versión de mi misma pasada por el filtro de C.

Y en medio de todo este percal apareció un chico, llamémosle X.

X. estaba en la misma situación que yo: tenía una novia 12 años mayor que él con la que llevaba 5, y mientras ella le exigía más, él sentía que no estaban en el mismo punto vital y que aún le quedaban muchas cosas por hacer.

X. y yo empezamos a vernos a escondidas. Quedábamos en bares para hablar de nuestra situación, de cómo nos sentíamos, de qué podíamos hacer al respecto y de todo lo que nos quedaba por hacer en esta vida nuestra.
X. era extremadamente guapo, atento, formal. Un poco tímido. Y me decía cosas bonitas. Montones de cosas bonitas que yo guardaba para mi.
Nos hicimos cómplices.

Empecé a enamorarme un poco. Muy poco. Lo justo para darme cuenta de que debía dejar a C., porque necesitaba sentirme viva y porque aún era joven y enérgica.
Y un día X. me dijo que había dejado a su novia.
Y al siguiente, nos besamos.
Y al siguiente, yo estaba separando mis vinilos de los de C. a hurtadillas y organizando mi huida.
Y al siguiente, lo dejamos.

No hubo dramas, ni sangre, ni nada. Todo fue aséptico, limpio, racional. La relación se había agotado, sin más. No nos quedaba espacio para respirar.
Hice una bolsa con cuatro cosas y me fui a casa de mi amiga Marta.

Al día siguiente quedé con X. Cenamos, tomamos una copa y nos besamos en el portal de mi nueva casa de acogida, bajo la lluvia y la intemperie cósmica (Txe dixit). X. sabía a verano y a novedad. Sus labios eran un nuevo mapa en el que buscar verdades y encontrar sonrisas.
Yo sentía mariposas en el estómago. Vivía en una especie de burbuja de felicidad y miedo a partes iguales. De nuevo, sentía emoción por las cosas. Casi me había olvidado de C. y sólo quería mirar hacia adelante. FUTURO se escribía en mayúsculas y sonaba a canciones aún por inventar.

Pero todo era demasiado bonito, claro. Creí que por una vez me tocaba a mi, que las cosas podían salir bien.

Pero no.

Estuve unos días sin ver a X. Estaba enfermo, me dijo. Y yo empecé a ser más consciente de mi situación: no tenía casa y C. ya no estaba. Echaba de menos tener a alguien, a alguien en abstracto, a quién llamar familia y que estuviera por mi. ¿Sabes de que te hablo, verdad Lau?

Y el lunes, por fin, volví a ver a X. Tenía tantas ganas...
Quería invitarme a cenar porque al día siguiente era su cumpleaños. Le preparé un regalo y un montón de palabras bellas elegidas con esmero. Quedamos en su casa. Fumamos en el balcón. Se subió en mi moto y salimos a cenar. Y mientras brindábamos por nuestra juventud renovada me dijo que había decidido volver con su ex. Que se iría a vivir con ella. Y no sé cuántas cosas más que no escuché porque se me había parado el corazón, porque le miraba y no entendía nada, porque el mundo de felicidad inventada que me había creado se desvanecía y porque a partir de entonces no sabía a dónde ir, ni qué hacer, ni siquiera sabía quién era yo o quién era él. Y Barcelona ya no era Barcelona sino un mundo sin fin. Y moríamos juntas, Barcelona y yo, como tantas otras veces. Lau, tu ya sabes que esta ciudad, como nosotras, es capaz de lo mejor y de lo peor. Y en ese momento era lo peor de lo peor de lo peor. De lo peor. Una ciudad moribunda, exhausta, rendida. Plagada de recuerdos que me llevaban inexorablemente a X. Y a C. Y a tantos otros nombres que pensé haber olvidado. Pero no.

Y me subí en la moto de vuelta a ¿casa? y me salté todos los semáforos en rojo. La realidad no era realidad sino fotogramas en 8mm. Y en medio de aquel caos de luces y coches paré en seco y llamé a C. No sé porqué lo hice. Supongo que porque era eso o estamparme contra un muro. Necesitaba reconocer algo en mi vida. Y volví a sus brazos. Y lloré y lloré y lloré y lloré y lloré y lloré, hasta que se me acabaron las lágrimas. Mi pequeño cuerpo convulsionando entre sus brazos, totalmente fuera de control. Sus brazos que habían sido mi hogar y mi refugio. No me preguntó nada, sencillamente se tumbó a mi lado y me abrazó. Dormimos juntos. Expiramos nuestros pecados. Fue una noche rara y bella en la que no pedimos perdón pero nos perdonamos.

Y ayer abrí los ojos en lo que un día fue mi casa, pero ya no. Y el mundo era una grieta inabarcable y la realidad una broma de mal gusto. Desaparezca aquí; esto no es una salida. Y la vida sigue, a pesar de mi, a pesar de X.

Hoy he borrado cualquier rastro de X.; prefiero pensar que nunca existió. Sé que tal vez se pase por aquí (cometí el grave error de desvelarle mi secreto), pero no me importa. Ahora ya todo da igual. Y en unos días volveré a ser yo. Buscaré los límites como siempre he hecho y empezaré a hacer listas de sueños por cumplir. Aún tengo sueños por cumplir.

Y C.... no sé que va a pasar con C.

Y debo decirte Lau, que en momentos como este te extraño infinitamente, a ti y a tu balcón. Y las canciones de Chinarro. Lo nuestro siempre fue una historia inacabada. Mi amiga del alma que un día se fue y nunca volvió.

Yo, igual que al amor, te sigo esperando.

16 diciembre 2009

ODIOMIVIDASINTI

No sé que te pasa por la cabeza. No tengo ni idea de como te sientes, qué piensas. ¿Me echas de menos? ¿Te sientes liberado? Últimamente hago tantas cosas. Quedo con gente a la que hacía tiempo que no veía, gente que me abraza y me dice: cuánto tiempo, tenía ganas de verte. Y yo sonrío y nos tomamos un café, o vamos al FNAC de compras, o a sentarnos al MACBA antes de que expulsen a los patinadores y se lleven su sonido, el asfalto partido, ruedas, cemento. También veo el fútbol. Y voy a conciertos. Ya ha terminado la Primavera. The Black Heart Procession me encantaron, entre tanto ruido no podía pensar. El trabajo me distrae. Cada día tengo que decirle a alguien que ya no estamos juntos. No es el fin del mundo - todo se supera - bla, bla, bla... Hasta hace unos días lo llevaba bien, ir tirando. Ahora no sé qué decirte. Ir tirando. Me sobra vida por todos lados.. Estás por todos lados. Tengo ganas de decirte aquello y aquello otro. El disco de Bigott me tiene alucinada. ¿Qué es lo que no entiendes del 6X18? Desayunar juntos, café y tostadas: yo dulces, tú saladas. Todo me recuerda a ti. Por las mañanas miro la ventana de Floridablanca desde el autobús, no puedo evitarlo. Tu piel tan suave. Decirte: hola, home sexy. Mandarte un beso. Hola criatura. No estás, pero estás por todas partes. El tiempo ya no tiene las mismas dimensiones que antes, los días pasan lentos y cada vez estás más lejos. O soy yo quién está más lejos, ahora no lo sé. Sólo se que me hacías feliz y ahora, ir tirando. Every pop song in the radio is suddenly speaking about me. Y todas las dudas, ¿qué creías? ¿es esto lo que quiero? Sí, es esto. No es que no quiera estar sola, es que no quiero estar sin ti. Son cosas distintas, ¿sabes? ¿Sabes que mis pechos aún tienen la forma de tus manos? Nos quedan por hacer tantas cosas. ODIOMIVIDASINTI.

12 octubre 2009

Xixón y todo lo demás

Ayer, volviendo de Sitges en tren, después de pasar un fin de semana medio-bueno-medio-malo, volví a sorprenderme fantaseando con la idea de vivir en Xixón. Desde que en 2006 estuve allí por primera vez, ha sido un pensamiento recurrente en determinados momentos de mi vida. Concretamente en los momentos malos. Tampoco tengo muy claro el por qué, supongo que es la sensación de “estar en casa” que sólo había tenido en Barcelona, sólo que ahora ya no la tengo.
Hace una semana que he encontrado un currodemierda, uno de esos curros que te hacen sentir que tu vida está predestinada a ser un enorme fracaso, que deberías empezar a asumir que los sueños de infancia no son más que eso: sueños de infancia, y que en realidad sólo los elegidos tienen derecho a ser felices. Así que asúmelo, cojones. De nada sirve estudiar, tener ganas o esforzarse si tienes que coger un currodemierda para sobrevivir. He llorado un mar cada día desde entonces. Soy incapaz de asumir nada.
Por otro lado está C. (I never dreamed that I'd meet somebody like you. And I never dreamed that I'd love somebody like you) y todo este amor infinito que no sé cómo gestionar. Y cómo no sé cómo gestionarlo, y además estoy aterrorizada, le alejo de mí con mis gilipolleces. Hasta que diga “basta”, y sea él quien se canse, y me deje, y entonces haré mis maletas y me plantaré en Xixón. Porque no tendré a dónde ir y porque en Barcelona nadie me espera. C. es de las mejores cosas que me ha pasado en la vida, pero no puedo decírselo, así que ahora es un secreto entre vosotros y yo.
Y aquí estoy: son las 15:31 de un lunes festivo. Voy en pijama y estoy sin comer. Sólo tengo ganas de fumar porros y escuchar a Nacho Vegas hasta la saciedad. Y de verdad que pagaría porque alguien me dijera que todo va a ir mejor.

23 marzo 2009

Javi y yo

Apareció de la nada- ¿Te gustan los Smiths?- dijo señalándose la camiseta- he visto que te fijabas, ¿te gustan los Smiths? - En realidad no me fijaba, ni en él, ni en su camiseta, ni tan solo le había visto acercarse. Sonrisa amplia. Gesto amable. – Tengo un grupo - dijo – Aura (o Aurea, o Eura, o Aure) Hacemos pop, algo de folk… ¿te gustan los Smiths? – Asentí. Seguí caminando cuando oí que me seguía: clonch-clonch-clonch, sus bambas resbalando sobre el asfalto mojado. – ¡Espera! – clonch-clonch-clonch – ¡Me llamo Javi!.. Me sé un chiste… es muy malo… si quieres te lo cuento… - y siguió caminando a mi lado mientras me contaba el chiste. Muy malo. Me reí. Fue sin querer. Me sorprendió escuchar mi risa rebotando en las esquinas. Mi risa: casi olvido como suena. – Te has reído – dijo – ¡Cuéntame tú uno! – Negué con la cabeza – ¡te da vergüenza! – concluyó. Y se rió a carcajadas: ja-ja-ja. Y de repente todo era como en aquella escena, Uma y Travolta mirándose de reojo, analizando las flaquezas del adversario. Así que seguimos caminando, uno al lado del otro, Javi hablando sin parar, yo riéndome de vez en cuando. Seguimos caminando. Las calles mojadas. El portal de mi casa iluminado. – Vivo aquí – le dije. Y entonces me miró. De cerca. Más cerca. Más cerca todavía. – Eres preciosa – me dijo – pero si tú no quieres, no te voy a besar. Tardó 2 décimas de segundo en hacerlo. Me besó. Dejé que lo hiciera. Porque tú me habías dejado. Porque sabía a regaliz y a menta fresca. Porque desde que te perdí tenía un siete en el pecho que no podía remendar. Javi y yo, besándonos en el portal, como cuando aún no te conocía y solía hacer estas cosas. – Si me invitas esta noche a dormir te escribo una canción. – Y yo: las promesas que no puedes mantener, no las deberías hacer. Sólo que no digo nada, sólo lo pienso. Lo pienso mientras saco las llaves y abro la puerta. Y digo: pasa. Y Javi sonríe, su sonrisa amplia y limpia, triunfante, sólo que aún no sabe que no ha triunfado, aún desconoce el por qué, el por qué de su suerte. Y en mi habitación toquitea algunas cosas mientras sigue hablando: bla, bla, bla… y pone a Neil Young en vinilo, bla, bla, bla… y yo fumo despacio mientas contemplo la escena. Miro a Javi que es guapo y amable, que me ha asaltado por la calle hablándome de los Smiths y parece no importarle que no nos conozcamos (en realidad a estas alturas a mí tampoco me importa) y le observo moverse por el espacio como si siempre hubiese vivido aquí. Nos besamos. Nos metemos en la cama. Follamos con los ojos cerrados, como sin querer vernos. Yo no quiero vernos. Y el pecho que sigue doliendo. El siete ya no es un siete: ahora es un precipicio inabarcable. Y Javi me aprieta fuerte contra su cuerpo, y me susurra al oído: ¿estás bien? Y no lo estoy, pero no digo nada. Y nos quedamos los dos tumbados, uno al lado del otro. Javi y yo. Respiraciones acompasadas, casuales. En fin. Voy al baño, digo. Y al volver está leyendo mi libreta de apuntes. – Bonitas cartas- dice- ¿para quién son? – pero no contesto. Y le arranco la libreta de las manos. Son tus cartas. Montones de cartas que nunca leerás. Montones de palabras que no servirán de nada. Javi se viste a mi espalda. Recoge sus cosas despacio. – Te debo una canción – más sonrisas. Y se va sin pedirme el teléfono. Bien. Bien. Desapareceremos juntos. Parasiempre.

Ha pasado un tiempo. No había vuelto a pensar en Javi. El siete en el pecho sigue sangrando a ratos. Hoy, al llegar a casa, una nota bajo mi puerta: tengo tu canción. Y me he sorprendido riendo.

09 marzo 2009

El principio del primer final

En un gesto tan cotidiano que asusta
ahora podría decirte
que ya no tengo prisa en quererte
que el tiempo que paso contigo está
tan meditado y medido que quema
y la distancia es cada vez más habitable
que debería plantarle cara a las cosas
antes de que las cosas me planten cara
y vengarme de tu indiferencia
con un precipicio entre los días
en los que decides que me quieres
y los que desestimo que me hundas.

31 enero 2009

Todo va a ir mejor

La cabeza me va a estallar. Siento
el mundo deshojándose a mis pies. Tu voz
zigzagueando: de los oídos al estómago,
pasando por la columna. Devastadora.
Aniquilante. Bombardeando el templo
que hasta ahora habitábamos.
No hay vuelta atrás.
Sé que pronto podré con todo, pero por ahora
me limito a recopilar
los errores cometidos una y otra vez,
hasta la saciedad, hasta que alguien a lo lejos diga:
¡vamos! La vida está para joderla, ¡jodámosla!
Y avance un poco, muy poco, lo justo
para coger aire y volver a caminar.
Aún no he pensado si contigo,
o a varios cuerpos de ti.

Todo va a ir mejor (porque voy a mentir mejor)

12 septiembre 2008

el final

Ahora que de verdad parece que el mundo se va a acabar, que los huracanes barren pueblos sin nombre y los americanos votarán la guerra, compramos droga en las esquinas, nos emborrachamos a media tarde, miramos hacia otro lado para no enamorarnos de todo lo que dicen, vamos a perder. Las bibliotecas cerrarán sus puertas. El conocimiento y la evolución dejarán de tener sentido: mira a dónde nos han llevado. Ya no tendré tiempo de aprender los fundamentos de la teoría universal, cosa que por otro lado, nunca me interesó. Pero los valores cambiarán, y quién sabe, puede que incluso eso fuera importante. Qué más da: no quiero sobrevivir. Ahora sólo pienso en tu noble sonrisa, en tu sonrisa infinita, más allá del caos y la destrucción, más lejos de cuan lejos está la ciudad más lejana. Tu sonrisa devastadora. Lo último que quiero ver antes de desaparecer. Ahora lo tengo claro.

04 septiembre 2008

gente amable

Deberías ir con cuidado. La gente es muy amable en las tiendas de armas. Cuando entras todos dicen: “¡buenos días!” y “por favor” y “gracias”. Todos sonríen y te ceden el paso. “Mire ésta, ¡es ideal para usted!” “Oh, no, usted la vio primero” “No, por favor, insisto. Debería probarla”. Y los cartuchos de colores en el mostrador… ¡Me encantan los cartuchos de colores! Todos clasificados en esas viejas cajitas de madera con inscripciones en los laterales: 9mm, 25mm, 50mm, etc. No entiendo un carajo pero me gustan. Me gusta el poder que se siente cada vez que empuñas un arma. Lo cierto es que nunca he apuntado a nadie, creo que ni siquiera he cogido un arma cargada, pero aún así algo dentro te dice que en ese momento podrías hacer cualquier cosa. Cualquier cosa. Sé que podría hacer cualquier cosa. Y todos se giran para verte y alguien exclama: “Oh, le sienta realmente bien!”, como si te estuvieras probando unos zapatos o un sombrero, o como si acabaras de salir de la peluquería con un peinado estupendo. Es extrañamente agradable sentirse admirada de ese modo.

La gente es muy amable en las tiendas de armas. Deberías ir con cuidado…