-Buenos días.
-Hola.
-Lo siento, ¿es muy tarde?
-No, no te preocupes.
-¿Hace mucho que te has levantado?
-No. El tiempo justo de ir a por un periódico.
-Bien. (...) Me visto y me voy. (...) ¿Te importa que use la ducha?
-Estaba pensando que podríamos ir a desayunar algo. Aún tengo un par de horas antes de la entrevista (...) Si tu quieres.
-Me encantaría. Me ducho rápido y vamos.
(...)
-Bien. Ya estoy.
-Genial, vamos.
-¿Conoces algún sitio cerca de aquí?
-No, suelo desayunar en el hotel. Podemos dar una vuelta a ver qué encontramos.
-Claro. ¿Qué te apetece desayunar?
-Zumo de naranja natural, un café bien cargado y un mini de jamón ibérico. ¿Y a ti?
-Café con leche en vaso y tostadas francesas. También me sirven con mantequilla y mermelada. Y me apunto al zumo de naranja.
-¿Qué te parece aquí?
-Me gusta. Entremos.
-Por favor, dos zumos de naranja naturales, un café doble, un café con leche en vaso, un mini de jamón ibérico y unas tostadas francesas. ¿Me dejo algo?
-No.
-Gracias.
-¿Me dejarás probar tu mini?
-Claro. Si tu me dejas probar tus tostadas.
-Claro.
-(...)
-Oye... ¿puedo hacerte una pregunta?
-Claro.
-¿Tienes novia en Madrid?
-No, no la tengo.
-¿Te habrías acostado conmigo de haberla tenido?
-Probablemente no.
-Ajá...
-(...) Y tu, ¿tienes novio en Barcelona?
-Dejé una relación larga hace un par de meses, así que no, ahora no tengo novio.
-¿Como cuánto de larga?
-Más de cuatro años.
-Eso es mucho tiempo.
-Sí, lo es.
-¿Amantes?
-Sí, tengo un amante.
-Háblame de él.
-¿Qué quieres saber?
-No sé... Cómo os conocisteis, cómo es él, en qué lugar se enamoró de ti...
-Bueno, nos conocimos en medio de un apocalipsis emocional e intentamos rescatarnos mutuamente. No salió demasiado bien, así que ahora nos limitamos a disfrutar del tiempo que compartimos juntos.
-¿Le quieres?
-No lo sé. Supongo que a mi manera.
-¿Y por qué estás con él?
-Es guapo e interesante. No tanto como tú, pero cumple los estándares. Y a mi siempre me han gustado los chicos guapos. Qué le voy ha hacer.
-Gracias por el cumplido.
-De nada. Es la verdad.
-¿Vas a contarle ésto?
-No lo sé. Depende.
-¿De qué depende?
-De si vamos a volver a vernos.
-No lo sé. Depende.
-Jajajaja... ¿y de qué depende?
-De si quieres que volvamos a vernos.
-Sí. Quiero.
-Bien.
-¿Y tu?
-Sí.
-Bien.
-¿Cuándo?
-Pon tu la fecha.
-Esto va a sonar petulante, pero tengo que mirar mi agenda. Tengo algunos viajes programados próximamente.
-Habría sido peor que dijeras que debía hablarlo con tu secretaria.
-No tengo secretaria.
-Mejor, porque nunca habría hablado con ella para quedar contigo.
-(...)
-(...)
-En realidad me gustaría invitarte a Madrid, a pasar unos días.
-¿Crees que es buena idea? ¿¡Sin mirar tu agenda?!
-Jajajaja...
-No, en serio, piénsalo bien. Sólo hemos pasado una noche juntos. Ha sido genial, no me malinterpretes, pero por favor, no hagas promesas que no vayas a cumplir. No hace falta. Y no lo soporto.
-Quiero que vengas a Madrid a pasar unos días conmigo. Quiero enseñarte un par de sitios que creo que te van a gustar. Saldremos a cenar. Te llevaré a mi cine favorito de la ciudad. Podemos pasear por La Latina y emborracharnos en Malasaña. Te presentaré a mi amigo Daniel, y a mi amigo Jorge, que tiene un grupo. Iremos a La Buena Vida y podrás elegir el libro que más te guste, invito yo. Seguro que hay algún concierto interesante, miraré la programación de salas...
-(...)
-No vendrás a Madrid, ¿verdad?
-Si fuera yo quién te hubiese hecho una propuesta similar probablemente ya estarías en la otra punta de la ciudad, huyendo de mi como de un enjambre de abejas asesinas.
-Probablemente.
-¿Por qué crees que iba a venir a Madrid? A penas te conozco.
-Porque fuiste tú quién se acercó y me dijo: ¿quieres cenar conmigo? Y yo te dije que sí, y ahora me debes una.
-Cuando te lo pregunté jamás pensé que me dirías que sí. Me moría de ganas, claro, pero me parecía tan improbable y lejano que apenas era una posibilidad.
-Pero te dije que sí.
-Sí. Y ahora quieres que vaya a Madrid.
-Sí.
-Y después, ¿qué?
-Bueno, después ya veremos.
-Ahora soy yo quien se precipita y tu quién se asusta. Tienes miedo.
-No es miedo, es prudencia.
-Llámalo como quieras.
-Lo llamo prudencia.
-Claro. (...) Deberíamos pagar. Se te está haciendo tarde.
-Tienes razón. Invito yo.
-No hace falta.
-Insisto.
-De acuerdo.
-De acuerdo, ¿qué?
-Vendré a Madrid. Unos días. Pocos. A ver qué pasa.
-¿De verdad?
-Sí.
-Me muero de ganas.
-Jamás pensé que te oiría decir algo parecido. Bueno, en mi imaginación sí, pero me refiero así, cara a cara.
-Ya ves. Yo tampoco pensé que diría algo parecido en mucho, mucho, muchísimo tiempo. Pero tal vez tengas razón.
-¿En qué?
-En que la vida está para vivirla. En que estamos hechos el uno para el otro.
-Iba borracha cuando lo dije.
-Pero no cuando lo pensaste. Reconócelo.
-Lo reconozco.
-Bien.
-Me gustas. Vamos a llevarnos bien.
-No me cabe duda. Y tu también me gustas.
-Mira. Ya están ahí, esperándote.
-Sí. Llego tarde.
-Que vaya bien la entrevista.
-Gracias. Te llamo en los próximos días. Miro mi agenda y te llamo en los próximos días.
-Claro. Esperaré tu llamada.
-Genial. Tengo ganas de enseñarte Madrid.
-Bien.
-Bien.
-Bien.
-Me tengo que ir.
-Claro.
-Nos vemos pronto.
-Claro.
-Hasta pronto.
-Adiós.