cotidianidades

Locuras, miniaturas, envolturas, souvenirs y desastres varios.

13 marzo 2013

Querida Lau,

Lo cierto es que hace unos diez días que me separé de C.
Yo llevaba una época bastante mala, con una especie de crisis de edad en la que sentía añoranza por ciertas cosas de mi pasado (entre ellas, tú, Lau), viendo el futuro muy negro y preguntándome qué iba a ser de mi vida. Tenía todo lo que se supone debe hacerte feliz (trabajo, pareja, amigos) y sin embargo, no lo era.

Con C., después de dos años viviendo juntos y cuatro de relación, las cosas ya no eran como antes. La rutina se había instalado y nos costaba mucho salir. Las pequeñas cosas que antes sencillamente me molestaban empezaban a enervarme y me daba cuenta de que él esperaba más de mi y yo no podía dárselo. De vez en cuando nos faltábamos al respeto, discutíamos (tampoco te creas que mucho) y no nos poníamos de acuerdo en muchas cosas. Pequeñas cosas sin importancia que empezaban a sumar. La relación se estaba agotando, cada vez teníamos menos fuerzas para seguir luchando y los dos nos dábamos cuenta y nos agotábamos sólo de pensar.

Descubrí asombrada que llevaba unos cuatro años sin apenas escribir. C. me había traído la calma y la estabilidad, pero también me había adormecido la emoción. No había dramas, pero tampoco había euforia. Y yo siempre había sido así, extrema, para lo bueno y para lo malo (amar a lo bestia; morir de amor). Yo ya no era yo. Era una versión de mi misma pasada por el filtro de C.

Y en medio de todo este percal apareció un chico, llamémosle X.

X. estaba en la misma situación que yo: tenía una novia 12 años mayor que él con la que llevaba 5, y mientras ella le exigía más, él sentía que no estaban en el mismo punto vital y que aún le quedaban muchas cosas por hacer.

X. y yo empezamos a vernos a escondidas. Quedábamos en bares para hablar de nuestra situación, de cómo nos sentíamos, de qué podíamos hacer al respecto y de todo lo que nos quedaba por hacer en esta vida nuestra.
X. era extremadamente guapo, atento, formal. Un poco tímido. Y me decía cosas bonitas. Montones de cosas bonitas que yo guardaba para mi.
Nos hicimos cómplices.

Empecé a enamorarme un poco. Muy poco. Lo justo para darme cuenta de que debía dejar a C., porque necesitaba sentirme viva y porque aún era joven y enérgica.
Y un día X. me dijo que había dejado a su novia.
Y al siguiente, nos besamos.
Y al siguiente, yo estaba separando mis vinilos de los de C. a hurtadillas y organizando mi huida.
Y al siguiente, lo dejamos.

No hubo dramas, ni sangre, ni nada. Todo fue aséptico, limpio, racional. La relación se había agotado, sin más. No nos quedaba espacio para respirar.
Hice una bolsa con cuatro cosas y me fui a casa de mi amiga Marta.

Al día siguiente quedé con X. Cenamos, tomamos una copa y nos besamos en el portal de mi nueva casa de acogida, bajo la lluvia y la intemperie cósmica (Txe dixit). X. sabía a verano y a novedad. Sus labios eran un nuevo mapa en el que buscar verdades y encontrar sonrisas.
Yo sentía mariposas en el estómago. Vivía en una especie de burbuja de felicidad y miedo a partes iguales. De nuevo, sentía emoción por las cosas. Casi me había olvidado de C. y sólo quería mirar hacia adelante. FUTURO se escribía en mayúsculas y sonaba a canciones aún por inventar.

Pero todo era demasiado bonito, claro. Creí que por una vez me tocaba a mi, que las cosas podían salir bien.

Pero no.

Estuve unos días sin ver a X. Estaba enfermo, me dijo. Y yo empecé a ser más consciente de mi situación: no tenía casa y C. ya no estaba. Echaba de menos tener a alguien, a alguien en abstracto, a quién llamar familia y que estuviera por mi. ¿Sabes de que te hablo, verdad Lau?

Y el lunes, por fin, volví a ver a X. Tenía tantas ganas...
Quería invitarme a cenar porque al día siguiente era su cumpleaños. Le preparé un regalo y un montón de palabras bellas elegidas con esmero. Quedamos en su casa. Fumamos en el balcón. Se subió en mi moto y salimos a cenar. Y mientras brindábamos por nuestra juventud renovada me dijo que había decidido volver con su ex. Que se iría a vivir con ella. Y no sé cuántas cosas más que no escuché porque se me había parado el corazón, porque le miraba y no entendía nada, porque el mundo de felicidad inventada que me había creado se desvanecía y porque a partir de entonces no sabía a dónde ir, ni qué hacer, ni siquiera sabía quién era yo o quién era él. Y Barcelona ya no era Barcelona sino un mundo sin fin. Y moríamos juntas, Barcelona y yo, como tantas otras veces. Lau, tu ya sabes que esta ciudad, como nosotras, es capaz de lo mejor y de lo peor. Y en ese momento era lo peor de lo peor de lo peor. De lo peor. Una ciudad moribunda, exhausta, rendida. Plagada de recuerdos que me llevaban inexorablemente a X. Y a C. Y a tantos otros nombres que pensé haber olvidado. Pero no.

Y me subí en la moto de vuelta a ¿casa? y me salté todos los semáforos en rojo. La realidad no era realidad sino fotogramas en 8mm. Y en medio de aquel caos de luces y coches paré en seco y llamé a C. No sé porqué lo hice. Supongo que porque era eso o estamparme contra un muro. Necesitaba reconocer algo en mi vida. Y volví a sus brazos. Y lloré y lloré y lloré y lloré y lloré y lloré, hasta que se me acabaron las lágrimas. Mi pequeño cuerpo convulsionando entre sus brazos, totalmente fuera de control. Sus brazos que habían sido mi hogar y mi refugio. No me preguntó nada, sencillamente se tumbó a mi lado y me abrazó. Dormimos juntos. Expiramos nuestros pecados. Fue una noche rara y bella en la que no pedimos perdón pero nos perdonamos.

Y ayer abrí los ojos en lo que un día fue mi casa, pero ya no. Y el mundo era una grieta inabarcable y la realidad una broma de mal gusto. Desaparezca aquí; esto no es una salida. Y la vida sigue, a pesar de mi, a pesar de X.

Hoy he borrado cualquier rastro de X.; prefiero pensar que nunca existió. Sé que tal vez se pase por aquí (cometí el grave error de desvelarle mi secreto), pero no me importa. Ahora ya todo da igual. Y en unos días volveré a ser yo. Buscaré los límites como siempre he hecho y empezaré a hacer listas de sueños por cumplir. Aún tengo sueños por cumplir.

Y C.... no sé que va a pasar con C.

Y debo decirte Lau, que en momentos como este te extraño infinitamente, a ti y a tu balcón. Y las canciones de Chinarro. Lo nuestro siempre fue una historia inacabada. Mi amiga del alma que un día se fue y nunca volvió.

Yo, igual que al amor, te sigo esperando.

2 Comments:

Anonymous Sé quién eres said...

Oye, qué alegría tu vuelta. 4 años son muchos años. Welcome back Beatrix, te echábamos de menos.

Y qué bien te explicas, como siempre!

Esperemos que L pase por aquí y se entere de lo que se ha perdido. Porque tu floreces en primavera que eso lo sé yo. Y cuentas los cuentos más bonitos y nadie abraza como tu.

Tu y yo nos conocemos y algún día nos encontraremos y te diré quién soy.

Fuerza!



13 marzo, 2013 14:12  
Blogger La Rizos said...

Casi no me lo creía cuando vi que habías actualizado.

No sé si alguna vez te dejé comentarios, por entonces, pero me encanta la manera en la que hablas de sentimientos, y me alegro mucho de tu vuelta.

A pesar de L. A pesar de todo.

14 marzo, 2013 11:47  

Publicar un comentario

<< Home