cotidianidades

Locuras, miniaturas, envolturas, souvenirs y desastres varios.

14 mayo 2013

Todas las canciones hablan de mi

Hace ya algún tiempo leí un poema de Jorge Luis Borges* en el que hablaba de las cosas que hacemos por última vez sin ser conscientes de que va a ser la última vez que las hagamos. Esa idea me inquietó durante un tiempo, intentando dilucidar si ya estaba en ese momento de la vida en el que hay que estar más atentos a las despedidas que a los encuentros, por si son las últimas, por si no se vuelven a repetir. Así, recuerdo la última noche que dormí con mi ex, o el último beso que le di a L. Nadie dijo que recordar esas cosas fuese bonito, o que estuviera exento de dolor. Más bien todo lo contrario.

Poco tiempo después le di la vuelta al asunto y empezó a sorprenderme el echo de no recordar en qué momento aparecieron ciertas personas en mi vida que a día de hoy considero imprescindibles. ¿Cuándo fue la primera vez que nos vimos, que nos gustamos, que empezamos a quedar? ¿Cómo fue aquel primer encuentro? ¿Fue una conexión instantánea, fue mutua? No alcanzo a entender cómo he podido olvidarlo.

Sin embargo, muy de vez en cuando, una se topa con ciertas personas que tienen la osadía de no pasar inadvertidas, de destacar por encima del resto iluminándolo todo a su paso, como una luciérnaga gigante o una bengala salvavidas. Aunque no quieran; aunque ni lo sepan. Y cuando ves por primera vez a una de estas personas, lo recuerdas para siempre. Claro.

 Por aquel entonces yo andaba preocupadísima por el echo de que no existiese otro hombre tan interesante como mi ex en la faz de la tierra. La mayoría de chicos que conocía me aburrían soberanamente, me resultaban insustanciales, vacuos, prescindibles. Como decía Dante en Martín (Hache): hay que follarse a las mentes. Y eso, mi ex, lo hacía como nadie.

Y así, en medio de aquel apocalipsis emocional, una noche de abril muy pero que muy hostil, una canción de Nacho Vegas (de nuevo, de pseudo-nuevo, de nuevo-nuevo) hizo que mi despiadado y frenético zappeo televisivo frenara en seco ante aquellos acordes tan acogedores, reconocibles, familiares. Era La 2, Versión Española, "Todas las canciones hablan de mi". Pues vale.

Mientras veía la película mis sentimientos fueron acometiendo estadios: del rechazo a la atracción, de la incredulidad al optimismo, del fastidio al deleite. Así, llegó a su fin mientras en mi paladar se instalaba un regusto amargo, desesperanzado. No iba a encontrar a nadie como él. Nunca podría olvidarle. Toda mi vida condenada a darme cabezazos contra una pared.

Y

 entonces

 apareció él

 iluminándolo

todo

JONÁS

Reconozco que fue la primera vez que supe de su existencia. Al principio ni atendí a lo que decía. En mi cabeza seguía dándole vueltas a aquel final, a ese NO en mayúsculas que creía intuir. Después reparé en sus gestos. Ese fue el detonante: sus gestos. Sus manos moviéndose lento y luego rápido, enredándose en el aire como una cometa. Y sus manos me llevaron a sus palabras. Y en ellas me quedé, meciéndome como en un hamaca, como si estuviese en una playa o bajo la intemperie cósmica. Y no podía para de escucharle, al otro lado de la pantalla, en otro tiempo y a distancia. Y de repente caí: mi mente era un fraude. Su peli era un fraude. Porque siempre hay alguien más. Mi ex o cualquier otro. Mejor Jonás que cualquier otro, pero alguien como él en los parques. Cambiaría mi vida en un instante.

Y desde entonces algo verde y vivo ha enraizado en mi pecho. Puede que sea esperanza, o primavera, o puede que sea amor. Amor a la vida. A mi vida. Amor, amor, amor.
Y qué más da si al fin y al cabo sé que Jonás existe y con eso ya es bastante.

*Por si a alguien le interesa buscarlo, su título es "Límites".

2 Comments:

Anonymous Nerea said...

Tengo guardado este blog y con cautela y delicadeza me asomo a menudo a él. Cuando me vida empezó a temblar, volví aquí, porque tus palabras me transmitían melancolía y verdad. Y entre ellas encontré las respuestas que estaba buscando.

"Todas las canciones hablan de mí" me hizo ver que evolucionar uno mismo constituye una infidelidad a uno mismo, a los demás... tal y como escribió Jonás en esa película. Hay esperanza, hay vida, hay que encontrar esas mentes que nos aturden, que nos consumen que nos elevan... Y llegan... O eso me gusta pensar :)

14 mayo, 2013 12:56  
Blogger Beatrix Kidoo said...

Muchas gracias por tus palabras, Nerea. Me alegra saber que, después de tanto tiempo, aún hay gente que se pasa por aquí.

Aprovecho para recomendarte "Los Ilusos", la segunda peli de Jonás Trueba.

Un beso y hasta pronto!

14 mayo, 2013 14:00  

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