cotidianidades

Locuras, miniaturas, envolturas, souvenirs y desastres varios.

23 marzo 2009

Javi y yo

Apareció de la nada- ¿Te gustan los Smiths?- dijo señalándose la camiseta- he visto que te fijabas, ¿te gustan los Smiths? - En realidad no me fijaba, ni en él, ni en su camiseta, ni tan solo le había visto acercarse. Sonrisa amplia. Gesto amable. – Tengo un grupo - dijo – Aura (o Aurea, o Eura, o Aure) Hacemos pop, algo de folk… ¿te gustan los Smiths? – Asentí. Seguí caminando cuando oí que me seguía: clonch-clonch-clonch, sus bambas resbalando sobre el asfalto mojado. – ¡Espera! – clonch-clonch-clonch – ¡Me llamo Javi!.. Me sé un chiste… es muy malo… si quieres te lo cuento… - y siguió caminando a mi lado mientras me contaba el chiste. Muy malo. Me reí. Fue sin querer. Me sorprendió escuchar mi risa rebotando en las esquinas. Mi risa: casi olvido como suena. – Te has reído – dijo – ¡Cuéntame tú uno! – Negué con la cabeza – ¡te da vergüenza! – concluyó. Y se rió a carcajadas: ja-ja-ja. Y de repente todo era como en aquella escena, Uma y Travolta mirándose de reojo, analizando las flaquezas del adversario. Así que seguimos caminando, uno al lado del otro, Javi hablando sin parar, yo riéndome de vez en cuando. Seguimos caminando. Las calles mojadas. El portal de mi casa iluminado. – Vivo aquí – le dije. Y entonces me miró. De cerca. Más cerca. Más cerca todavía. – Eres preciosa – me dijo – pero si tú no quieres, no te voy a besar. Tardó 2 décimas de segundo en hacerlo. Me besó. Dejé que lo hiciera. Porque tú me habías dejado. Porque sabía a regaliz y a menta fresca. Porque desde que te perdí tenía un siete en el pecho que no podía remendar. Javi y yo, besándonos en el portal, como cuando aún no te conocía y solía hacer estas cosas. – Si me invitas esta noche a dormir te escribo una canción. – Y yo: las promesas que no puedes mantener, no las deberías hacer. Sólo que no digo nada, sólo lo pienso. Lo pienso mientras saco las llaves y abro la puerta. Y digo: pasa. Y Javi sonríe, su sonrisa amplia y limpia, triunfante, sólo que aún no sabe que no ha triunfado, aún desconoce el por qué, el por qué de su suerte. Y en mi habitación toquitea algunas cosas mientras sigue hablando: bla, bla, bla… y pone a Neil Young en vinilo, bla, bla, bla… y yo fumo despacio mientas contemplo la escena. Miro a Javi que es guapo y amable, que me ha asaltado por la calle hablándome de los Smiths y parece no importarle que no nos conozcamos (en realidad a estas alturas a mí tampoco me importa) y le observo moverse por el espacio como si siempre hubiese vivido aquí. Nos besamos. Nos metemos en la cama. Follamos con los ojos cerrados, como sin querer vernos. Yo no quiero vernos. Y el pecho que sigue doliendo. El siete ya no es un siete: ahora es un precipicio inabarcable. Y Javi me aprieta fuerte contra su cuerpo, y me susurra al oído: ¿estás bien? Y no lo estoy, pero no digo nada. Y nos quedamos los dos tumbados, uno al lado del otro. Javi y yo. Respiraciones acompasadas, casuales. En fin. Voy al baño, digo. Y al volver está leyendo mi libreta de apuntes. – Bonitas cartas- dice- ¿para quién son? – pero no contesto. Y le arranco la libreta de las manos. Son tus cartas. Montones de cartas que nunca leerás. Montones de palabras que no servirán de nada. Javi se viste a mi espalda. Recoge sus cosas despacio. – Te debo una canción – más sonrisas. Y se va sin pedirme el teléfono. Bien. Bien. Desapareceremos juntos. Parasiempre.

Ha pasado un tiempo. No había vuelto a pensar en Javi. El siete en el pecho sigue sangrando a ratos. Hoy, al llegar a casa, una nota bajo mi puerta: tengo tu canción. Y me he sorprendido riendo.

09 marzo 2009

El principio del primer final

En un gesto tan cotidiano que asusta
ahora podría decirte
que ya no tengo prisa en quererte
que el tiempo que paso contigo está
tan meditado y medido que quema
y la distancia es cada vez más habitable
que debería plantarle cara a las cosas
antes de que las cosas me planten cara
y vengarme de tu indiferencia
con un precipicio entre los días
en los que decides que me quieres
y los que desestimo que me hundas.