cotidianidades

Locuras, miniaturas, envolturas, souvenirs y desastres varios.

31 enero 2007

1 + 1 = 3

¿Cómo escribir su vida en clave de lluvia? Hoy no hay solsticios que valgan. Tú estás aquí. Tú y Nacho. Y el resto de túes; y el resto de Nachos. Todos juntos y a la vez, cantando, cantando y bailando por Oz, cantando canciones de cuentos inacabados. Tú, sin corazón, ella descerebrada. Demasiadas historias aún por terminar. Demasiadas huellas de notas sueltas en su cabeza que jamás podrá borrar. A veces se engarzan unas con otras y forman nombres propios, melodías mudas, ruidosos silencios. Acordes inexplicables. Como cuan inexplicables son sus actos (¡cuanta razón tenía!), como inexplicable es su felicidad y también su tristeza, sin ser dueños del futuro y a veces dudando de la autenticidad del pasado. Inyección de conciencia por sus auriculares, en estéreo, a dos voces. Doble pena. Doble culpa. Por todo lo que siente y por todo aquello que odia sentir. Porque dictas en voz alta sus pensamientos. No deberías hacerlo, no deberías… si juegas con fuego te quemas. Tal para cual. Los dos, Nacho y tú. Los tres, porque ahora la incluyo. No sabría que decir, no sabría decidir. Repite tu nombre en voz alta hasta desgastarlo. Lo repite hacia delante y hacia atrás. Lo desglosa por vocales, lo ordena por impares. Y deja de tener sentido. Se convierte en un hipo constante que no puede controlar, en una enfermedad mental que la enloquece. Solo quiere que susurres en su oído, que calmes su ansiedad. Y esta puta sed mortal. Porque no hay bolero que valga. Su sangre le dice que lo vuestro son bulerías, que lo vuestro son cajones revueltos aún por ordenar.

30 enero 2007

"Su" Nacho

18-17-16/01/07 Le gusta hablar de los conciertos que están por llegar. Es extraño pensar hoy en el concierto del viernes, aún sabiendo que hace meses que tiene la entrada, aún sabiendo que momentos antes acabará dando vueltas frente al teatro, temblando de emoción. Gijón le parece ahora una ciudad increíblemente lejana, una ciudad en la que piensa más de lo que debería. Y por tanto, en un mar que no se cree capaz de describir (el reto de todo buen escritor es el de describir un mar, y el Cantábrico da para demasiado). Tal vez sea eso la memoria, un embaucador que te enseña tus victorias alineadas en su mano abierta mientras cierra la otra y la esconde detrás de su espalda. Recordar es rescatar una mentira de entre el resto. Para descubrir la verdad hay que buscar más allá de la memoria. Pero eso no es posible ahora, no porque la memoria sea su único testigo, sino porque cada vez que escucha sus oraciones se muestra ante ella como un ser distinto. Y se encuentra en un frente con fuegos cruzados, entre lo que creyó entender que era y lo que en realidad le quiso explicar. Una duda razonable. Una gota de sangre que funde lentamente la nieve.
Hace unos días, a eso de las cinco y media, su madre le dijo por teléfono: Ya sabía yo que no lo harías. Eres un completo desastre. Asintió, se despidió de ella. Puso un cd, abrió la puerta del balcón. La vista en el asfalto. La gente pasa por la calle porque necesitan irse o porque necesitan volver. Y sólo puede mirarles. Durante un buen rato no pasó nada. Después se encendieron las farolas. Se concentró en una oración y le pareció empezar a entender algo. Imagino que volvió a equivocarse de nuevo.
En sus oraciones nunca encuentra su sitio. Le pide ayuda al subconsciente y a veces le responde. Dice: esto es así. Y por detrás: no, es así. Normalmente ya suele tener bastantes dudas por sí misma, así que al oírlo se queda quieta, esperando, sin dejar de sonreír. Al final resulta que sólo es una opción válida más. Y eso que tan tranquila debería dejarla es el cuchillo que le corta las alas. Cuando estás fuera de tu sitio asusta el simple hecho de poder encontrarlo.
Y todo esto para llegar hasta aquí.
La ilusión volcada en unos instantes de su vida es, de algún modo, el comienzo de una promesa. La mejor parte. El preámbulo de lo que está por venir. Despliega los mapas para reseguir su camino con los dedos dejando atrás el rencor. Y se pregunta qué hará, de que habla Nacho en su tiempo libre, momentos antes de poner en marcha su pequeño cabaret. Piensa: mírame. Y no dejes nunca de hacerlo. Porque ahí es donde podrá decidir si se cumple o no lo que prometió (demostrar que el amor –aún cuando imposible- siempre es posible)
Una oración es siempre la radiografía del que la escucha y no del que la compone, es la forma de identificarse a uno mismo en las palabras de otro. Cuando deshoja sus oraciones no es como hacer un traslado, no es como empaquetar sus muebles aquí y abrirlos allá. No es el paso de una voz a otra, es más bien la forma de convertir algo ajeno en propio. Cuando recita su oración se adueña de ella, entra en ella y a su vez su oración la invade, vuelve a nacer pero de una forma distinta. Es como observarse en un espejo que te permite mirarte según lo que necesites ver en él. Sin embargo sé que en el caso de Nacho es distinto (siempre es distinto en el caso de Nacho): él se mira en el espejo dispuesto a afrontar su reflejo, sea cual sea. Nacho necesita tocar. O ser tocado. Cuando le escucha rezar siempre se pregunta a quién le estará hablando, con quién se disculpa, cuantas cuentas le quedan aún por saldar. No es su forma de conseguir algo sino más bien de deshacerse de algo. Eso fue siempre así. Nacho da las gracias y a continuación se disculpa.
Abre su álbum y van desfilando una a una las fotos de su familia, recuerdos pasados y algunos que están por venir. Aunque hay una constante en todos ellos, desde su más remoto conocimiento, desde donde alcanza a ver. No logra recordar el momento exacto en que fue consciente de su existencia (de la suya propia aún duda), el momento en que Nacho se instaló en su vida para nunca más salir. Sólo sabe que en un segundo indeterminado escuchó una oración, y luego otra, y luego trató de buscar una salida… pero ya no supo ni por dónde habían entrado aquí. Una oración es algo externo que se vuelve interno y, desde dentro, te empuja, te acompaña. Una oración no es un remedio. Eso no existe. Pero es lo más parecido.
Anduvo perdida entre acordes y frases inconexas durante un tiempo. Trató de desviar su atención hacia otros quehaceres y buscó caminos alternativos. Naturalmente, fracasó. Eliges lo que miras, no eliges lo que ves. Ni siquiera lo que oyes. Contrajo a Nacho de la misma forma que se contrae una enfermedad, un hijo, un matrimonio. Le alcanzó un salvavidas en el momento justo en que ella sólo quería tragar agua. La rescató, la rodeó, la arropó. No podía comparar sus métodos con los de otros anteriores. Fue un acto fruto de la casualidad y no de la intención. Ninguna comparación sirve de nada, y mucho menos cuando se trata de cosas distintas. Uno siempre es diferente, los momentos cambian. También son otros los remedios. Así comprendió que hay oraciones que pueden rescatarte de la isla para hablarte del resto del mundo.
Un concierto es una trinchera, un momento de descanso en medio de una gran guerra. El cambio que les convertirá en ellos (así, en plural). Es como viajar en un tren y quedarse dormido, y muy lejos ya de casa decidir que es mejor no volver, y seguir viajando, y seguir durmiendo, y dejar atrás a los tuyos para encontrarte con el resto, aunque te salga más caro el billete, aunque ya no puedas regresar más.
La imaginación es, definitivamente, peligrosa.

29 enero 2007