cotidianidades

Locuras, miniaturas, envolturas, souvenirs y desastres varios.

05 febrero 2008

04/02/08 19:32PM

Dejémoslo claro: el mundo, a veces, es un triángulo. A veces tu portal parece que esté en otra esquina. Te espío a hurtadillas, espero a que aparezcas; pero nada. Tu portal se ilumina; pero nada. Un tipo sale del metro y se abrocha el abrigo. Me sonríe al ver que le observo: “hola”. Sonrío: “hola”. Se va. Y tu portal se abre. Una señora con dos críos sale mientras habla por teléfono: “cierra el trato”, o algo así. Quizá te conoce, pienso. Quizá su cuerda de tender está sobre la tuya; y te mira mientras riegas; o cuando sales a fumar a medianoche. Seguro que fumas a medianoche. Los críos cruzan corriendo sin mirar. La madre confusa deja el teléfono para gritarles. Odio a los niños, pienso. Algunas madres se vuelven odiosas. No quiero ser una madre odiosa, pienso. No quiero ser una madre de ningún tipo. Un autobús frena a pocos centímetros de mis pies. Me asombro de lo cerca que está de mi nariz. No veo tu portal. Puede que estés saliendo ahora mismo. O entrando. O tal vez te asomes a la ventana y me estés viendo, aquí quieta, inmóvil, a un centímetro del autobús, espiándote a hurtadillas. Pensarás que estoy loca. Bueno – quiero aclarar – un poco – pero no te asustes. Suena en mi cabeza cierto estribillo y tarareo: “barabam-bam-bah”. No recuerdo bien la letra. Casi mejor. Algunas canciones deberían morir antes de ser terminadas, estarás de acuerdo conmigo. “Barabam- bam-bah”. Llega hasta mi nariz un olor familiar…mmm… Un chico con chupa y gorra con tachuelas se para a mi lado. El autobús pasa. Tu portal está a oscuras. Siento al chico mirándome de cerca. Más cerca. Más cerca todavía. Y ese olor familiar invadiéndolo todo. Me ofrece una calada y me pregunta por una calle. Tú calle. ¿Será una señal? Pienso. Le indico y rechazo el ofrecimiento. A pesar de la falda y el cuello vuelto me ha reconocido como una igual. Hace tiempo fui una igual, sin duda. Mientras se aleja nos imagino a los dos en una rave, bailando, sudando, cubiertos de polvo, como solía pasar. Hace mucho ya. Por suerte hace mucho ya. “Barabam-bam-bah”. Empieza ha hacer frío. Y de pronto apareces iluminándolo todo. Te acercas. Más cerca. Más. Siento mi pulso golpeando en las sienes. Pasas justo por donde hace unos minutos estaba el autobús. A dos centímetros de mí. No me muevo. Quiero decir algo y no me sale nada. Me quedo mirando como te peinas con las manos y te imito sin querer. Me reconoces: “ei, hasta luego!”. Y entras en tu portal. “Hasta luego”
Creo que debería dejar de hacer estas cosas. Pero me divierten. Curioso.